Manu se había acostumbrado al ruido.
No al del tráfico ni al del mar, sino al otro: el que nunca se apaga.
Pantallas encendidas, mensajes urgentes, titulares que cambiaban más rápido que sus pensamientos.
Vivía rodeado de información, pero cada día entendía menos.
Había olvidado cómo era el silencio, cómo era escuchar sin mirar una pantalla.
Esa tarde decidió salir sin auriculares.
Dejó el móvil en casa —como quien se quita una mochila demasiado pesada— y empezó a correr por el Paseo Marítimo.
El aire le golpeó la cara con esa mezcla de sal y libertad que solo Almería sabe ofrecer.
Por primera vez en mucho tiempo, no corría contra el reloj. Corría para sentir el suelo, el cuerpo, el presente.
Al girar hacia el Puerto, se cruzó con un grupo de corredores. Reían, hablaban entre jadeos, y uno de ellos comentó:
—Este año parece que la Media va a ser más grande que nunca. Ya hay más de mil inscritos.
Manu sonrió sin saber por qué.
No fue una notificación.
No vibró nada en su bolsillo.
Simplemente escuchó, porque estaba allí, atento, presente.
Y mientras el viento le despeinaba, pensó que quizá no corría solo.
Más adelante, uno de los corredores del grupo se detuvo y se giró hacia él.
—¿Tú también vuelves este año? —preguntó con una sonrisa.
Manu iba a responder, pero el hombre ya había echado a correr de nuevo.
Siguió unos metros más, pero al girarse, el grupo ya no estaba.
Solo el sonido del mar, y aquella frase que no conseguía sacarse de la cabeza:
¿Tú también vuelves este año?
Durante los próximos meses te contaremos cómo continúa su historia.
Sin ruido, sin prisa, solo cuando haya algo que merezca la pena leer.